terça-feira, 17 de maio de 2016

Pasarse de la raya: los recurrentes maltratos del magnate a las mujeres

Los testimonios de mujeres que trabajaron cerca de él no dejan bien parado a Trump
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PARA LA NACION
MARTES 17 DE MAYO DE 2016
Trump, en 2013, durante un ensayo para el concurso de belleza Miss USA, en Las Vegas
Trump, en 2013, durante un ensayo para el concurso de belleza Miss USA, en Las Vegas. Foto: AFP / Darren Decker
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NUEVA YORK.- Donald Trump apenas conocía a Rowanne Brewer Lane y ya le pidió que cambiara de ropa.
Brewer Lane, que en aquel entonces era una modelo de 26 años, hizo lo que Trump le pidió. "Fui al baño y me cambié." Se puso una bikini. Cuando salió, Trump exclamó: "Wow...".
Trump tenía entonces 44 años y estaba en medio de su primer divorcio. Estaba decidido a exhibir a Rowane ante sus invitados en Mar-a-Lago, la propiedad del magnate en Palm Beach, Florida. "Me llevó hasta el borde de la pileta y le dijo a la gente: «¿Qué les parece? ¿Es una despampanante chica Trump o no?»", comenta la ex modelo.
Donald Trump y las mujeres: esas palabras evocan su usual catarata de insultos al azar, disparados a distancia desde la seguridad de una cuenta de Twitter, un programa de radio o un palco de campaña. Así es el trato público que les dispensa a las mujeres el señor Trump, virtual candidato republicano: denigratorio, impersonal y actuado. "Qué linda imagen, verte poner de rodillas", le dijo a una participante de su reality show "The Celebrity Apprentice". Rosie O'Donnell, dijo también: "Tiene cara de gorda fea". ¿Y la abogada que tenía que sacarse leche para darle a su recién nacido? "Asquerosa", calificó Trump.
Pero el episodio de 1990 en Mar-a-Lago que describe Rowane es diferente, porque pinta un degradante encuentro cara a cara entre Trump y una joven a la que apenas conocía.
Simultáneamente, promovía las carreras de las mujeres y se mofaba de su aspecto físico. "A vos sí que te gustan las golosinas", le soltó a una ejecutiva con sobrepeso.
En una entrevista, Trump se describió como un gran defensor de las mujeres, alguien orgulloso de contratarlas y deslumbrado por su ética de trabajo. "Es como si realmente quisieran demostrar algo."
Presionado por las críticas de las mujeres a su proceder, Trump negó varios detalles del episodio con Rowane, como haberle pedido que se pusiera una bikini. "Pasan los años y la gente inventa cosas", dijo. "Siempre traté a las mujeres con enorme respeto. Y las mujeres pueden confirmarlo."
Pero en muchos casos se ponía en funcionamiento una dinámica inconfundible: Trump tenía el poder y las mujeres no. Era rico, famoso, y con contactos. Incluso tras haber sido destratadas, algunas de ellas seguían buscando que las ayudara con sus carreras o se quedaban de todos modos a su lado.
Para Rowane Brewer Lane, conocer a Trump en Mar-a-Lago fue el inicio de un romance alocado, una embriagadora nebulosa de viajes en helicóptero, hoteles de lujo y flashes de los fotógrafos. "Me sentía intimidada", dice Brewer Lane. "Y no era para menos: es Donald Trump."
Trump se construyó con paciencia una imagen de joven playboy en medio de las privaciones de una escuela militar de varones, donde la mayoría de los chicos ansiaban y rara vez gozaban de la compañía de una chica. Cuando llegó a los años superiores, sus compañeros ya lo catalogaron en el álbum escolar como "el mujeriego", en referencia a la cantidad de sus conquistas. Cuando se le preguntó cómo se había ganado el mote, al principio corcoveó: "Mejor no les cuento, me haría quedar mal". Pero luego se explayó y dijo que sentía una "gran simpatía" y una "gran gusto" por las mujeres.
Con la compra de la Organización Miss Universo, Trump entró al negocio de la belleza femenina. Y ellas ansiaron su consejo y su aprobación, un hecho que a él le resultaba perfectamente comprensible.
Temple Taggart, Miss Utah a los 21 años, se quedó helada al ver sus avances con las jóvenes concursantes de 1997, el primer año de Trump como propietario de Miss USA, una rama de las filiales de la organización Miss Universo. Taggart recuerda que Trump ya se presentaba con gestos de intimidad poco frecuentes, como un beso en la boca no solicitado.
Trump lo niega y se dice reacio a besar a desconocidos en la boca. Pero Taggart afirma que el suyo no fue un incidente aislado.
Taggart asegura que en la gala de festejo posterior al evento, Trump apuntó todos sus cañones sobre ella, elogiando su estilo e invitándola a visitarlo en Nueva York para discutir juntos el futuro de la joven. No falto mucho para el segundo beso en los labios que nadie le había pedido, esta vez en la Trump Tower. Tras jactarse de sus conexiones con las mejores agencias de modelos, le aconsejo mentir sobre su edad para ganar terreno en ese negocio.
"Vamos a tener que decirles que tenes 17, pero para ellos, a los 21 ya sos vieja", le dijo Trump, a lo que Taggart se negó: "Yo no pienso hacer eso".
Inesperadamente, Trump empezó a tener una gravitación enorme en los concursos de belleza, y sus juicios, dicen las participantes, solían ser despiadados. Carrie Prejean, que tenía 21 años cuando participó de Miss USA 2009 como representante de California, se sorprendió al ver que Trump en persona las evaluaba en los ensayos. "Nos pedían que nos pusiéramos nuestro vestuario de apertura, que cubrían poco más que un traje de baño, y que nos alineáramos para él sobre el escenario", escribió Prejean en un relato escrito de los hechos. "Paradas ahí, quietitas."
Trump dijo en una entrevista que "jamás haría eso". Ese comportamiento, dijo, vulnera el ego y hiere los sentimientos. "Yo no hiero a la gente", dijo, "y eso es hiriente".

Compulsión

Trump no sólo tenía una fijación con el aspecto de las mujeres que lo rodeaban. También tenía una necesidad compulsiva de hablar del tema.
En el interior de la Trump Organization, la empresa que maneja sus diversos negocios, más de una vez ha interrumpido discusiones rutinarias de trabajo para emitir opiniones sobre el cuerpo de las mujeres. La señorita Res, su ejecutiva de emprendimientos inmobiliarios, recuerda una reunión en la que ella y Trump entrevistaron a una arquitecta para un proyecto. Res recuerda que de la nada, Trump se puso a evaluar el estado físico de las mujeres de Marina del Rey, California. "Ellas sí que saben entrenar el culo".
"Ni la arquitecta ni yo entendíamos de dónde venía eso", recuerda Res. Años más tarde, cuando subió visiblemente de peso, la propia Res recibió una hiriente observación sobre su cuerpo y en su lugar de trabajo: "A vos sí que te gustan las golosinas", le dijo Trump.
Trump necesitaba todo el tiempo que le aseguraran, incluso los extraños, que las mujeres de su vida eran hermosas. Durante el concurso Miss Teen USA 1997, se sentó en la platea mientras su hija adolescente, Ivanka, ayudaba a conducir el evento desde el escenario. Entonces se dio vuelta en su asiento y le pidió a Brook Antoinette Mahealani Lee, la Miss Universo de ese momento, que le diera su opinión sobre el cuerpo de su hija.
"¿No le parece que mi hija es sexy? Es sexy, ¿no?", son las palabras que recuerda Mahealani Lee, que se quedó atónita. "Era muy raro, la chica tenía 16 años. Me dio impresión."

Jactancia

A Trump le gustaba jactarse de sus proezas sexuales y de lo deseable que lo encontraban las mujeres, y lo hacía sin importar quién estuviera cerca.
Barbara J. Fife, vicealcaldesa de Nueva York a principios de la década de 1990, no era precisamente cercana a Trump, pero eso al magnate no le impidió contarle lo apurado que estaba ese día: "Esta noche voy a salir con una modelo de Victoria's Secret", le dijo Trump. "La verdad, sentí que era un inmaduro", recuerda Fife.
En sus oficinas de la Trump Tower, parecía muy ansioso de que sus colegas supieran todo de su nueva conquista, la señorita Maples. Cuando The New York Post se hizo un festín con la supuesta satisfacción que la modelo tuvo en la cama y lo dejó plasmado en el titular "El mejor sexo de mi vida", Trump fanfarroneaba descaradamente.
Trump niega haberse ufanado de ese titular periodístico. Y más descarado parece hoy en día, cuando dice no recordar con cuántas mujeres se ha acostado. "No tantas como la gente cree", dijo.
Nadie resume mejor las paradojas del trato de Trump a las mujeres en el lugar de trabajo que su primera esposa, Ivana.
Trump le confió algunas de las piezas fundamentales de su emporio corporativo, y con los títulos acordes. Ivana fue presidenta de Trump's Castle, un importante casino de Atlantic City, y presidente del Plaza Hotel, un complejo de edificios en Manhattan. "Ella manejaba el hotel y lo manejaba bien", recuerda Res.
Pero la remuneraba como esposa, y no como empleada de alto rango, con un sueldo anual de un dólar por su tarea al frente de Trump's Castle, según sus declaraciones impositivas. Y empezó a resentirse por el rol desmedido de su esposa. Cuando su matrimonio se acerba a su fin, en 1997, Trump escribió el libro The Art of the Comeback ("El arte del regreso"), donde se lamentaba de haber permitido que Ivana manejara sus negocios.
Y parece haber cumplido su palabra: su esposa actual, Melania, promociona su propia línea de productos de belleza y joyería, pero Trump no interviene en su trabajo.

Los testimonios de sus mujeres

Una obsesión por el exhibicionismo, las chicas más lindas y el recurrente maltrato del magnate inmobiliario
Rowanne B. Lane
Modelo
"Me llevó a la pileta y dijo: «Esa es una impresionante chica Trump , ¿no es cierto?»."
Barbara Res
Ex empleada ejecutiva
"Me preguntó qué pensaba de Ivana, en una escala de 1 a 10. ¿Qué podría decir que no sea 10? No voy a juzgar a su esposa."
Alicia Machado
Modelo
"Estaba a punto de llorar con todas las cámaras allí . Le dije: «No quiero hacer esto , sr. Trump». Él dijo: «No me importa»."
Traducción de Jaime Arrambide
http://www.lanacion.com.ar/1899406-pasarse-de-la-raya-los-recurrentes-maltratos-del-magnate-a-las-mujeres

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