Reinados en apuros
Lo logramos. El reinado de belleza no recuperará su antigua y vetusta gloria.
Por: Florence Thomas
22 de marzo 2017 , 12:00 a.m.
‘El Concurso Nacional de Belleza no pasa por sus mejores días’, titula EL TIEMPO en su edición del domingo pasado. “(...) Ya no es más una fiesta cultural ni de la identidad, sino un evento y espectáculo RCN”, dice Ómar Rincón.
Nada más significativo del cambio de los tiempos que el derrumbe del reinado. Y han cambiado porque las mujeres colombianas en estos 40 años han cambiado, han construido nuevos significados de la femineidad que cuestionan los cuerpos objetos de consumo y de tráfico estético, estos cuerpos faros de señales que dolorosamente nos recordaban nuestro pasado, aún tan próximo, de hembras. Bellezas artificiales, mujeres ausentes de sí mismas y, sin embargo, tan poderosas en los imaginarios patriarcales.
Y sí, en los viejos tiempos eran más de 400 periodistas listos a disparar sus flashes sobre las hembras en exhibición y a escribir artículos insulsos, repetidos, panfletarios, sobre el “ángel” de aquella, los muslos blandos de la otra, la celulitis de esta, el pasado turbio de la de más allá, el busto perfecto de la del Chocó y el derrière de Antioquia.
Y sí, en los viejos tiempos eran más de 400 periodistas listos a disparar sus flashes sobre las hembras en exhibición y a escribir artículos insulsos, repetidos, panfletarios, sobre el “ángel” de aquella, los muslos blandos de la otra, la celulitis de esta, el pasado turbio de la de más allá, el busto perfecto de la del Chocó y el derrière de Antioquia.
El reinado seguirá, pero su cubrimiento es hoy inversamente proporcional a los alcances de una sociedad y de un país, a los avances de las mujeres.
Recuerdo que en una de mis primeras columnas llegué a comparar el reinado de belleza con una feria de yeguas; hoy pienso que, gracias a los estudios culturales y los aportes del feminismo, esta mirada era un poco simplista pero recogía ese primer clamor contra un certamen que era un insulto para las mujeres colombianas.
Yo siempre esperé que, en uno de estos reinados, pasara algo inesperado. No sé, que alguna reina desordenara este espectáculo, se desprendiera de estos ridículos tacones de 15 centímetros y, muertas del calor con esta capa de maquillaje, rompieran el protocolo y armaran otra fiesta lejos de la prevista en la noche de coronación.
Cuántas veces este evento nos hacía apagar el televisor por ese desánimo tan parecido al olor de las almendras amargas de Gabo, que inevitablemente nos recordaba el destino de las mujeres condenadas a cien años de soledad. Y sí, no era sino un sueño que nunca logró hacerse realidad, salvo el episodio contracultural de María Victoria Uribe en los años sesenta.
La realidad se impuso de otra manera, y mi diagnóstico es el siguiente: el reinado seguirá porque es un hecho que los reinados de belleza sobreviven como formato televisivo, pero su cubrimiento es hoy inversamente proporcional a los alcances de una sociedad y de un país, a su secularización, a los avances de las mujeres y a los aportes del feminismo que lograron cambiar y resignificar las normas culturales de la belleza.
Lo logramos, lo logramos juntas, protagonistas de una revolución que nos volvió libres, autónomas para definirnos como queremos, sin imposiciones, maquilladas o no maquilladas, con algunos kilos de más o no, con tacones o tenis, con cabellos cortos, muy cortos o largos, muy largos, azules o morados, con compañeros que nos quieren así, con esta reciente sororidad que nos ayuda a vivir, y pensando, a veces con tristeza pero también con solidaridad, en estas mujeres que siguen siendo candidatas a los reinados de belleza porque hoy es su decisión, su libertad.
Pero el reinado de belleza no recuperará su antigua y vetusta gloria. Lo logramos.
FLORENCE THOMAS
* Coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad
Yo siempre esperé que, en uno de estos reinados, pasara algo inesperado. No sé, que alguna reina desordenara este espectáculo, se desprendiera de estos ridículos tacones de 15 centímetros y, muertas del calor con esta capa de maquillaje, rompieran el protocolo y armaran otra fiesta lejos de la prevista en la noche de coronación.
Cuántas veces este evento nos hacía apagar el televisor por ese desánimo tan parecido al olor de las almendras amargas de Gabo, que inevitablemente nos recordaba el destino de las mujeres condenadas a cien años de soledad. Y sí, no era sino un sueño que nunca logró hacerse realidad, salvo el episodio contracultural de María Victoria Uribe en los años sesenta.
La realidad se impuso de otra manera, y mi diagnóstico es el siguiente: el reinado seguirá porque es un hecho que los reinados de belleza sobreviven como formato televisivo, pero su cubrimiento es hoy inversamente proporcional a los alcances de una sociedad y de un país, a su secularización, a los avances de las mujeres y a los aportes del feminismo que lograron cambiar y resignificar las normas culturales de la belleza.
Lo logramos, lo logramos juntas, protagonistas de una revolución que nos volvió libres, autónomas para definirnos como queremos, sin imposiciones, maquilladas o no maquilladas, con algunos kilos de más o no, con tacones o tenis, con cabellos cortos, muy cortos o largos, muy largos, azules o morados, con compañeros que nos quieren así, con esta reciente sororidad que nos ayuda a vivir, y pensando, a veces con tristeza pero también con solidaridad, en estas mujeres que siguen siendo candidatas a los reinados de belleza porque hoy es su decisión, su libertad.
Pero el reinado de belleza no recuperará su antigua y vetusta gloria. Lo logramos.
FLORENCE THOMAS
* Coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad
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