La corona: una historia dorada
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Todo
empieza con una lámina de plata. Se pule. Se burilea… es decir, se
graba en el metal con un buril, a mano, y se cortan las partes que no se
necesitan. Es una tarea de todos los días, que empieza un día de junio
o, a veces, de julio y termina en octubre. La joya es la corona de
Señorita Colombia.
La corona de la primera Señorita Colombia, Yolanda Emiliani Román, reposa en una caja fuerte, en la sede del Concurso Nacional de Belleza. Mientras la muestra y la pone sobre la mesa de su oficina, Raimundo Angulo dice que la familia de la reina la donó hace más de diez años. No tiene certeza sobre el material con el que la construyeron, pero sí sabe que su valor para la historia del certamen es incalculable. A ese pedazo de metal forjado, le han seguido decenas. Unas más grandes, unas más pequeñas. Con puntas redondas, con estrellas… la diadema de la reina ha ido caminando. Y durante las tres últimas décadas, lo ha hecho de la mano de los Cesáreo. Esta es la historia detrás de la diadema más apetecida del país.
***
José Cesáreo Finamore nació en la lejana Padula, de la provincia de Salerno, en Italia. Quizá, de niño ni siquiera sabía que existía un país llamado Colombia, ni que en él queda una ciudad llamada Cartagena de Indias, pero creció en su familia de joyeros y entre 1889 y 1890 agarró sus maletas para buscar nuevos horizontes, nuevas oportunidades. Y así llegó a nuestra Cartagena.
Al principio, se dedicó a recorrer los pueblos del Caribe colombiano vendiendo joyas. Luego de tanto caminar, obtuvo un buen capital y, en 1916, se detuvo para comenzar de nuevo: montó su joyería en una casona del Centro Histórico.
En tierras caribeñas conoció a Pabla Arrieta, la madre de su único hijo, a quien también nombró José. Por las venas del pequeño José también corría oro, porque siguió con la joyería aún después de la muerte de su padre, en los años 60. La tradición lleva tres generaciones y más de cien años en Cartagena; y tres décadas ligadas a la belleza, al Concurso Nacional de Belleza.
La familia Cesáreo lleva los 32 años donándola año tras año al certamen. Todo comenzó en 1984, cuando el Concurso cumplía sus 50 años. Teresa Pizarro de Angulo se reunió con Marcia Cesáreo Lemaitre, hija de José Cesáreo Arrieta, y se acordó un nuevo diseño de la diadema para la próxima soberana de la belleza colombiana. La primera reina en lucirla fue Sandra Borda Caldas, que representó al departamento de Bolívar, que en ese noviembre se impuso ante la vallecaucana Margarita Rosa de Francisco.
Seguramente Sandra Borda sabe que lo que lució esa noche no fue una simple diadema. No. Es el producto de una historia que comenzó muchas décadas antes en Italia. Que es una mezcla del escudo colonial de Cartagena, conformado por dos leones levantados que sostienen una cruz de su mismo tamaño, con las olas del Mar Caribe y una esmeralda, la piedra preciosa más representativa de Colombia. En la parte inferior tiene grabada la frase “Señorita Colombia” y los años correspondientes al periodo de su reinado. De manera que la corona no es una simple corona, es la materialización de un sueño que pesa entre 70 y 80 gramos, está hecho en plata y bañado en oro de 18 quilates.
La corona de la primera Señorita Colombia, Yolanda Emiliani Román, reposa en una caja fuerte, en la sede del Concurso Nacional de Belleza. Mientras la muestra y la pone sobre la mesa de su oficina, Raimundo Angulo dice que la familia de la reina la donó hace más de diez años. No tiene certeza sobre el material con el que la construyeron, pero sí sabe que su valor para la historia del certamen es incalculable. A ese pedazo de metal forjado, le han seguido decenas. Unas más grandes, unas más pequeñas. Con puntas redondas, con estrellas… la diadema de la reina ha ido caminando. Y durante las tres últimas décadas, lo ha hecho de la mano de los Cesáreo. Esta es la historia detrás de la diadema más apetecida del país.
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José Cesáreo Finamore nació en la lejana Padula, de la provincia de Salerno, en Italia. Quizá, de niño ni siquiera sabía que existía un país llamado Colombia, ni que en él queda una ciudad llamada Cartagena de Indias, pero creció en su familia de joyeros y entre 1889 y 1890 agarró sus maletas para buscar nuevos horizontes, nuevas oportunidades. Y así llegó a nuestra Cartagena.
Al principio, se dedicó a recorrer los pueblos del Caribe colombiano vendiendo joyas. Luego de tanto caminar, obtuvo un buen capital y, en 1916, se detuvo para comenzar de nuevo: montó su joyería en una casona del Centro Histórico.
En tierras caribeñas conoció a Pabla Arrieta, la madre de su único hijo, a quien también nombró José. Por las venas del pequeño José también corría oro, porque siguió con la joyería aún después de la muerte de su padre, en los años 60. La tradición lleva tres generaciones y más de cien años en Cartagena; y tres décadas ligadas a la belleza, al Concurso Nacional de Belleza.
La familia Cesáreo lleva los 32 años donándola año tras año al certamen. Todo comenzó en 1984, cuando el Concurso cumplía sus 50 años. Teresa Pizarro de Angulo se reunió con Marcia Cesáreo Lemaitre, hija de José Cesáreo Arrieta, y se acordó un nuevo diseño de la diadema para la próxima soberana de la belleza colombiana. La primera reina en lucirla fue Sandra Borda Caldas, que representó al departamento de Bolívar, que en ese noviembre se impuso ante la vallecaucana Margarita Rosa de Francisco.
Seguramente Sandra Borda sabe que lo que lució esa noche no fue una simple diadema. No. Es el producto de una historia que comenzó muchas décadas antes en Italia. Que es una mezcla del escudo colonial de Cartagena, conformado por dos leones levantados que sostienen una cruz de su mismo tamaño, con las olas del Mar Caribe y una esmeralda, la piedra preciosa más representativa de Colombia. En la parte inferior tiene grabada la frase “Señorita Colombia” y los años correspondientes al periodo de su reinado. De manera que la corona no es una simple corona, es la materialización de un sueño que pesa entre 70 y 80 gramos, está hecho en plata y bañado en oro de 18 quilates.